viernes, 29 de enero de 2010

HOGAR DULCE HOGAR

Hogar dulce hogar, eran las palabras
que mi madre solía pronunciar cuando
regresábamos a casa de cualquier lugar.
En mi último viaje a tierra firme;
como dicen los margariteños,
fui a Maracaibo, comí mucho tequeño.
Llevaba varias misiones debajo de mis brazos,
Gracias a Dios las pude cumplir paso a paso.
Decidí regresar a la Isla
montada en un autobús, ahorrando unos cobritos
para ver la diferencia,
así soy yo ¿como la ves tú?
Me monte en ese bicho de dos pisos,
menos mal que guerra avisada, no mata soldado;
del frío me habían comunicado.
Salí del puente sobre el Lago a las 7:30 p.m.
recliné la butaca y dormí de lo más tranquila,
el autobús hizo dos paradas y yo bien rendidita.
Llegue a la Isla al otro día a las 8 p.m.,
en el ferri venía, cansada,
como carne molida,
con un humor de perro, que a cualquiera me comía.
Cuando baje del ferri me escuche pronunciar,
HOGAR DULCE HOGAR
sentí la suave caricia del viento
batiendo mi cabello, respirando ese aroma
fue como si entrara bien profundo
a llenarme de aliento.
En mi rostro se dibujo una tenue sonrisa
y comencé a gritar
¡Hogar dulce hogar…!,
Entendiendo por fin, lo que sentía mi mamá,
que linda se ven las estrellas,
aquí en la Isla brillan más bellas;
escuchen como llega el mar
a romper en las rocas
y sus huellas dejar.
Allá están unos pescadores
preparándose para su faena,
¡que Dios no los abandone!.
Ahí esta un cangrejo caminando por la orilla,
vete corriendo no te vayan a comer en coquilla.
Continuaba caminando por ese muelle largo
con inmenso olor a salitre,
dejando que todas esas sensaciones
invadieran mi alma y sentirme libre.
En un bote, lancha o peñero
están los pelícanos, hagamos silencio, ya se durmieron.
¡Que felicidad!, sensación tan hermosa,
no la puedo describir en mi prosa.
Detrás de mí venían unas personas,
segurito pensaron esa mujer esta troná.
Al llegar a mi apartamento, abrace a Kay mi perro amado;
las 25 horas de viaje, ya las había olvidado;
saludé al hermoso Loro Joaquín,
el condenado siempre me recibe con un festín,
abrí las ventanas,
me acosté en el sofá, la cama, por ultimo en mi chinchorro;
respirando, sintiendo, extrañando, amando, olvidando,
sintiendo una vez más, la dicha de estar viva,
mirando la luna, que esa noche estaba preciosa.
Cerré mis ojos y recordé la dulce voz de mamá diciendo
HOGAR DULCE HOGAR.
Esas palabras, dejaron un sabor dulce en mi paladar.


Porlamar 19 de Marzo de 2009

Yna Amelia Pino Blanco
Cuando descubra cual es mi otra misión,
aquí los pelos me los arranco

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